miércoles, 7 de noviembre de 2007

Tatlin y Malevich La búsqueda de un vuelo.

“Lo mismo que la política se borra con el par del consenso y de la justicia infinita, el arte y la reflexión estética tienden a redistribuirse en una visión que consagra al arte al servicio del lazo social y otra que lo consagra al testimonio interminable de la catástrofe.”[1] Se termino dice Rancière, la época en que el arte venia a atestiguar las contradicciones de un mundo marcado por la opresión, su consagración a lo social, como actor preferente de una revolución, su fe utópica en la creación de nuevos mundos a partir de manifiestos, que deseaban ser un punto de inicio a una realidad nueva de un nuevo mundo de una nueva forma que se instala desde ahora, cayo, junto con el mayor de los sueños, junto con la más grande de las utopías racionales, poniendo en tela de juicio el poder real del hombre de decidir y poner en manifiesto su propio deseo de futuro y progreso. La salvación es una improbable revolución ontológica, sólo queda el aquí, el ahora y el pesimismo producto de su propio fracaso.
Atrás quedaron los tiempos de Tatlin, Malevich y Rodchenko, quien llego a decir, “Yo clasificaría al mundo en tres tipos de composición: la de lo cotidiano, completamente a la derecha; la de lo extraordinario, completamente hacia la izquierda, y la de lo místico-religioso, conciliador y homogéneo, en el centro” Si bien lo que hoy nos congrega es la expresión de lo “extraordinario” esta es sólo como objeto de estudio de un pasado de vanguardias y posiciones claras desde un presente de disolución, donde el problema de la vanguardia rusa nos resulta tan actual como lejano. Creo la lejanía no requiere de mayor explicación, quizás si hago alusión a un contexto esto nos resulte de Perogrullo.
El problema que se mantiene latente, nace en parte quizás de uno de los puntos ya enunciados, las vanguardias tienen una necesidad de manifiestos, y estos hoy, nos resultan declaraciones históricas que tuvieron injerencias momentáneas, haciendo arder hogueras teóricas y otras no tanto, en matriculas que se firmaban sin consenso pero que en su abundancia demostraron y dieron paso en parte a la disolución actual. La pregunta por qué es el arte y cómo lo definimos o delimitamos, en un mundo cambiante es tremendamente actual, y es ella en su complejidad la que despertó la necesidad de dar cuenta en azotes de manifiestos, de un nacimiento de un arte único que esperaba ser el verdadero, como lo quiso ser la verdad política misma del comunismo, y su radical manifiesto. Cada manifiesto delinea, y cada artista que adhiere, jugará dentro de lo posible con las reglas de ese juego. Dejo hasta aquí el tema por ahora.
La vanguardia Rusa, no es la excepción, los artistas se matriculan en el sueño utópico de la revolución, poniendo de inmediato en problema el lugar propio del arte dentro de la misma. Si el materialismo histórico ha sido capaz de elevarse como la doctrina política de la emancipación los artistas en su rol dentro de la sociedad como actores fundamentales de la cultura deben tomar una posición al respecto. Será esta toma de posición la que marque el lugar de conflicto en la medida de la interpretación personal de lo que implica el adherir a una causa, hacerla propia, y llevarla adelante, pero a la vez, como justifican los artistas su rol en este nuevo mundo.
El constructivismo se posiciona en el proyecto revolucionario, su intención de modernidad y construcción de futuro, acorde a nuevos los tiempos y la nueva industria, y con ellos Tatlin, quien enfrenta el arte como “El problema de poner hombre y objeto en relación” una relación que debe tener en cuenta un fin práctico, el cual es posible gracias a la nueva materialidad entregada por la industria y a un arte que tiene la flexibilidad para tomar prestado de otros oficios, especialmente de la ingeniería[2] y la arquitectura. Un ejemplo de este trabajo es la Torre de Tatlin, que suma todos los principios de modernidad, funcionalidad y tectónica, ofreciendo una obra de factura moderna, por su materialidad y técnica de construcción, funcional, en la medida en que no obedece sólo a criterios estéticos sino se presenta como un edificio donde quizás el diseño es un agregado de valor, el cual le permite lograr el tercer punto que es dar fama al socialismo, es decir, ser testimonio de los logros del socialismo y la grandeza soviética, el proletario emancipado será capaz de elevarse por sí mismo. En relación a esto, es que quiero hacer referencia al Letatlin 1932, quizás el resumen más claro de lo que es Tatlin, y su definición de lo que es un artista, su maquina voladora, un enorme pájaro artificial ideado para ser usado mediante propulsión humana, una bicicleta insertada en una estructura de madera liviana y recubierta con una membrana de seda, ya existía el aeroplano y se conocía la falacia de la escala,[3] pero Tatlin quería que el hombre volase con algo, no dentro de algo, aún simbólicamente. He ahí el paradigma soviético de Tatlin, el hombre capaz de elevarse por si mismo, sin dioses, sin más sentido que su propia condición de posibilidad, él y el mismo como todo lo que se tiene en el mundo.
Por otro lado, nos encontramos con Malevich, él, liberado de fines prácticos y estéticos, la abstracción pura, expresada por medio de las figuras geométricas, prescindiendo de la apariencia de los objetos. Un ejemplo de los límites a que lleva este tipo de arte es la obra "Cuadrado blanco sobre blanco", de 1918, en la que se ha prescinde completamente del color, la reducción de la realidad al esquematismo geométrico de los conos, esferas y cilindros. Los suprematistas han abandonado la representación de la realidad para alcanzar la sensibilidad y llegar al arte sin disfraces. Si bien Malevich, participa de la causa soviética de forma comprometida, y trabaja en proyectos constructivitas, la absoluta abstracción de su obra suprematista, no hace más que poner en presencia del observador el vacío y la presencia de una divinidad a la cual se le ha dado la espalda.
La ideología alemana[4] dice, “En la sociedad comunista, donde nadie tiene una esfera exclusiva de actividad, sino que todos pueden realizarse en la forma que deseen, la sociedad regula la producción general y así hace posible que yo haga una cosa hoy y otra mañana, que pesque por la mañana, cacé luego del almuerzo, críe ganado al atardecer y ejerza la crítica después de la cena, en tanto poseo una mente, sin transformarme en pescador, cazador, pastor o crítico”.
Malevich ante esto plantea la desolación de no ser nada, en cierta forma volviendo a Rancière a la hora de comparar a dos autores de un mismo movimiento, podemos ver como Tatlin, se consagró totalmente en su lazo social, y Malevich, dentro del campo que le era posible no dejo de ser un testigo de la catástrofe, la pintura suprematista de Malevich tiene tanto deseo de arte puro como de absoluto, tanta demanda de sentido que ni la mejor propaganda soviética la podría convencer, no hay agua capaz de saciar la sensibilidad terrible de este artista que se ve padre de un hijo que lo seca por dentro.
Ambos dos, podemos decir a modo de cierre o epitafio, buscaron el vuelo, quizás ambos dos desearon ver al nuevo hombre soviético siendo capaz de elevarse Tatlin se enfrentó a la ingeniería, la física, la gravedad, Malevich a sí mismo.


[1] J. Rancière “El viraje ético de la estética y la política” Santiago de Chile, Ed.: Palinodia, 2005 pp.: 35.
[2] Ingeniería, la nueva disciplina industrial, que habla del uso ingenioso de los nuevos materiales y de las posibilidades sin límites de este ingenio.
[3] Falacia de la escala, dar por sentado que un sistema que funciona a una escala determinada también funcionará a una escala más pequeña o más grande. Lo interesante de este punto, es que existe la posibilidad de que Tatlin hubiera esperado que su aparato funcionara, de este modo sería funcional y coherente a la causa, como también que no, y esto es más interesante aún. Es decir, Tatlin, podría haberse embarcado en un proyecto que nominalmente obedece a la causa, en todo sentido pero, del que el podría haber sabido es sólo simbólico, es decir, muy cercano al planteamiento del propio Malevich. Por otro lado, podría ser el planteamiento de Tatlin de una limitación intrínseca en el hombre, en su propia condición de hombre.
[4] Que apareció públicamente recién después de la muerte de Stalin, en los 60’s.