miércoles, 2 de mayo de 2007

APROXIMACIONES A LA FIESTA DEL CUASIMODO

APROXIMACIONES A LA FIESTA DEL CUASIMODO

“El Cristo que corre”

Introducción

La fiesta de Cuasimodo, celebración del mundo católico chileno, que se lleva acabo el domingo de la segunda semana del tiempo pascual, toma sus orígenes de una antigua tradición de tiempos de la colonia, en que el sacerdote llevaba la comunión a los enfermos y ancianos que imposibilitados por sus dolencias físicas, no habían podido acercarse por sí mismos a recibir el sagrado sacramento el día de misa de resurrección, como es costumbre.

Las primeras palabras pronunciadas en la eucaristía de dicho domingo - Cuasi modo infanti o al modo de los niños- son las que bautizan a esta característica fiesta, a la que el Papa Juan Pablo II denominaría Un verdadero tesoro del pueblo de Dios”.

La tradición se relaciona con la necesidad de proteger al sacerdote, quien al viajar sin compañía era frecuentemente asaltado por bandoleros, que asolaban los caminos con la intención de robar sus pertenencias valiosas: el copón y el cáliz.

Con los años, más y más creyentes se fueron sumando a esta tradición formando lo que actualmente se conoce como los grupos de cuasimodistas.

La fiesta de cuasimodo se realiza en diversas comunas, a lo largo de nuestro país, teniendo cada una sus propias particularidades marcadas por el espíritu y la esencia local.

Como una forma de aproximarnos a este fenómeno festivo, lo abordaremos desde dos perspectivas distintas, vividas por los integrantes de nuestro grupo: desde los cultores y desde la comunidad.

Los testimonios, aquí presentados harán referencia a dos celebraciones, en dos comunas distintas: Mallarauco, comuna de Melipilla y Peñalolén.

Corrida del Cristo, "Cuasimodo" Mallarauco, Domingo 15 de Abril de 2007

Los Cultores:

Los huasos de la Parroquia San Patricio de Mallarauco, en este momento se dividen en dos grupos de cuasimodistas, el grupo más antiguo tiene más de un siglo, y recorre algo así como dos tercios del valle, desde la zona de Santa Victoria hasta Mallarauquito y Bollenar, donde se juntan con el grupo de cuasimodistas que vienen desde otra parroquia.

El otro grupo de cuasimodistas corre desde 1980, su recorrido es desde Santa Victoria, incluyendo este sector, hacia arriba, hasta donde comienza el valle, en Santa Elisa. La diferencia entre los dos grupos esta dada por la pañoleta, el grupo antiguo usa pañoletas rojas y blancas, el grupo más nuevo pañoletas celestes. Yo corro con este último grupo.

La pañoleta es celeste, por el polvo, es una razón práctica, que a la vez se combina con la influencia que tuvieron en Mallarauco un grupo de monjas que vivieron en el valle desde mediados de los setenta hasta finales de los ochenta. Hermanas Dominicas de la Presentación.

Los cuasimodistas, corren en parejas establecidas, se mantienen estas parejas y se respetan, pero es posible ciertos cambios. En la medida que comienza la corrida, los guías van cambiando según quien sea el "vaqueano" del sector.

Corriendo a Cristo

El cuasimodo tiene un especial sentido, al darnos cuenta de que además de llevar la comunión a los enfermos y ancianos, salimos a proclamar, en procesión el fundamento de nuestra fe, la resurrección de nuestro señor Jesucristo.

Ese domingo mi primo (Matías) y yo, nos levantamos a las 6 de la mañana. Ya el día anterior habíamos dejado todo medianamente preparado, nuestra ropa lista, los zapatos y las botas lustradas, la manta, un chaleco porque puede estar helado. A las seis y media había que pasar a buscar los caballos, y así salir antes de las siete rumbo a la medialuna de los Infante en Santa Victoria, para, como todos los años, reunirnos ahí a la misa de ocho.

Era primera vez que Matías corría el Cristo, yo lo había hecho, varias veces antes, pero esa noche, la habíamos pasado inquietos, atentos y expectantes. Nos habíamos quedado hasta tarde, luego de comer y rezar vísperas, le habíamos dado a la conversa con unos tragos de vino, él me preguntaba de mis veces anteriores, yo le contaba, y escuchaba sus expectativas, empapándome también de su entusiasmo. Aún así, nos levantamos rápido, hicimos oración, y luego un desayuno, aún así nos anduvimos atrasando. Los caballos nos esperaban listos, montamos y partimos al paso. Poco a poco se fueron sumando compañeros de camino, todos silenciados por el frío.

A medida que nos íbamos acercando, y el sol comenzaba anunciando calores, el ambiente festivo tomaba más fuerza. Ya no éramos unos pocos rumbo a la medialuna, y las personas estaban en las puertas saludando nuestra pasada.

Cuando llegamos a la medialuna, pudimos entrar y ver los que éramos, me lleno de alegría al recordarlo, Matías saltaba de emoción y yo también. Era impresionante, el ambiente de solemnidad y fiesta que se vivía. Las carretas y colosos, llenos de adornos y colores, las banderas y estandartes, los letreros que anunciaban la gloria de Cristo Rey. Los huasos todos bien encachados, el grupo folclórico y la música.

La misa comenzó a las ocho y algo, una ceremonia especial pues se vive de a caballo, me toco leer la segunda lectura, recuerdo hablaba de Juan, en el Apocalipsis, cuando el ángel lo envía, y le pide que escriba la visión que va a tener. En esa estamos. La celebración estuvo alegrada por los cantos del grupo folclórico y las cantoras.

A eso de las nueve de la mañana, partimos. Nos dividimos en dos grupos, un grupo, que acompañaría al sacerdote hacia el poniente, hacia el final del valle, donde se encontrarían con grupos de otras parroquias. Y nosotros los cuasimodistas que iríamos con el Diacono, recorriendo primero los enfermos del sector de Santa Victoria, luego los de Santa Teresa para finalizar en Santa Elisa y el Pimiento, donde nace el valle. Salimos en parejas, Matías sería mi compañero este año, nuestro lugar, tres colleras detrás de la carreta del Diacono. Eso, por ahora, lo increíble de este año, es que por primera vez, mi abuela recibiría la comunión, eso, además de darle un sentido extra a nuestra corrida, modificaba el lugar de Matías y yo, ya que nos hacía parte de los "guías" o "vaqueanos" de Santa Elisa, por lo que guiaríamos en un trecho, y quedaríamos en la parte delantera de la procesión, durante el recorrido de ese sector.

Llevábamos ya algo así, como seis horas sobre los caballos, cuando emprendimos el trote, desde Santa Teresa hacia Santa Elisa, y ahí a Betania el campo de mi abuela –la Meme-, que sería la primera parada en ese sector. Había un trecho largo de marcha sin detención, por lo que el "capataz" como llamé yo, dijo que apuráramos la marcha. Matías y yo guiábamos, debíamos llegar primeros al portón del fundo, para abrir las puertas a la procesión, y luego llegar a la casa, y esperar al campanillero de a caballo para que anunciara el arribo del Santísimo.

De quién hablo como "capataz", era de quién, sin ser uno de los guías, iba pendiente de la logística de nuestra marcha. Él estaba al tanto de todas las detenciones, llevaba el tranco de nuestra marcha y establecía las relaciones con los carabineros que nos custodiaban. Además vigilaba que nadie se saliera de su lugar, que no hubiese problemas, que se respetara el espacio para el paso de los autos cuando venían. El junto con el campanillero, son los únicos que van y vienen de una ubicación a otra dentro de la procesión, si bien se mantienen más o menos al medio y cerca del Diacono, ambos además son los únicos que no tienen un compañero. Me detengo en él porque cumplían una función extraordinaria, de mantener el orden de la marcha.

Por otro lado el campanillero de a caballo, es quien va dentro del grupo de adelante, tocando la campana, anunciando a quienes están mirando el paso del Cristo Rey o a las casas la llegada del Santísimo. Así, las personas se arrodillan algunas, y se descubren sus cabezas, haciendo la señal de la cruz, en respeto a la presencia de Cristo en la ostia sacramentada. El campanillero, se detendrá en la puerta de la casa, donde se llevara la comunión, tocando la campana, hasta el minuto del arribo del Diacono, entonces cesará, y dejará paso al campanillero de a pie, quien entrará tocando las campanillas con el Diacono, en la casa de quién va a recibir la comunión.

Una vez que el Diacono termina, el campanillero de a pie, ira delante de él, tocando las campanillas hasta que se suba al carro. Luego el campanillero a caballo, correrá, tocando la campana de un lado al otro de la procesión, anunciando la puesta en marcha, y luego gritará ¡Viva Cristo Rey! a lo que todos respondemos con una fuerza de adentro ¡Viva! los vítores continuarán, y la gente que está en los lados del camino, acompañará en estos gritos.

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva!

¡Viva la Santísima Virgen María!

¡Viva!

¡Viva la Santísima Iglesia Católica!

¡Viva!

¡Viva el Santo Padre el Papa!

¡Viva!

¡Vivan los cuasimodistas de Mallarauco!

¡Vivan!

Luego el carro de las cantoras comenzará una vez más a entonar sus canciones, cuecas llenas de alegría que mantienen fuerte el espíritu. Mientras en el carro del Diacono, las mujeres irán rezando los Ave María.

Vamos acercándonos al trote hacia la entrada del Fundo Betania y la casa de mi abuela. Al llegar nos encontramos con los símbolos de la espera del Cristo, con hojas de palmeras se ha formado un arco en la entrada, que está decorado con flores, una vez adentro, en la casa se ha formado un altar. Las cantoras se callan, al igual que las mujeres que rezan, el campanillero de a caballo anuncia que viene Cristo, que Cristo ha Resucitado, que el Rey de Reyes llega a este hogar.

Para mí es un momento muy especial, la oportunidad que me da el señor de llevarle el Santísimo a mi abuela, quien le enseñó a rezar a mi padre.

Los cuasimodistas somos recibidos con un vaso de chicha o de vino con fruta, para amainar el calor.

Luego de un rato el Diacono sale. Suenan una vez más las campanas, una vez más los vítores, y reemprendemos la marcha.

Durante nuestro recorrido, no todo ha sido, correr, hay dos estaciones de descanso, donde nos detenemos por unos minutos, y salen a recibirnos con vasos de chicha con harina, para la sed, el calor y el hambre. No todo en esto es sacrificio. En estos instantes uno tiene tiempo para compartir con la gente, con los huasos, escuchar anécdotas, y reír un poco. Así durante el día, pese a estar cada vez más cansados, el ambiente se va distendiendo, y hay algunos momentos para reír y compartir.

Así también, casi en el final de nuestro recorrido, luego de pasar por el Pimiento, volviendo a Santa Elisa, se produce un momento donde la solemnidad se vuelve a apoderar de nuestra marcha. Nos detenemos ante al animita del finado Peludito, antiguo cuasimodista, quien venía una vez, de a caballo y borracho, y al pasar un camión se le espantó la bestia botándolo al suelo, y dejándolo muerto.

El Diacono bendice la animita, y los cuasimodistas de Mallarauco le rendimos homenaje vitoreándolo. ¡Viva el finado Peludito! ¡Viva!.

Cuasimodo terminó, con un almuerzo a las cinco de la tarde en la casa del "capataz" en Santa Teresa, luego de llegar a la última capilla de Mallarauco en Santa Elisa, el Diacono dio la gracias, y la procesión emprendió el regreso, pero como es tradición, nuestro "capataz" se puso de anfitrión para un asado colaborado (es decir todos pusimos una cuota) bueno el resto es historia...

Peñalolén, la comunidad en fiesta

Nuestra experiencia del cuasimodo de Peñalolén, se remite a nuestra participación como observantes externos.

Nosotros (Soledad, Alicia y Mauricio) llegamos a la misa que se realizaba en la Municipalidad de Peñalolén a las 9 a.m. El día comenzaba a descubrirse soleado, la misa, hablaba ya de algo distinto. Al aire libre, los huasos, un tanto nerviosos, la música folclórica, un ambiente del que en inicio nos sentimos ajenos, pero que poco a poco nos fue abriendo sus puertas y contagiándonos con lo que se estaba viviendo. Se respiraba un profundo sentimiento de fe y entrega. Luego de escuchar la liturgia y presenciar un pie de cueca, decidimos seguir el recorrido que iniciaba la comparsa.

Si bien la celebración era abierta, observamos que la participación, correspondía en su mayoría -por no decir completamente- a personas de estrato social medio-bajo, lo que nos pareció curioso, pues en la misa, habíamos observado la presencia de personas de otro grupo social, que se retiraron una vez iniciada la procesión.

Los caballos avanzaban rápidamente, ante la imposibilidad de llevar su paso, pedimos a una de las carretas festivas que nos llevaran con ellos. Amablemente accedieron. Una vez ahí pudimos percibir el ritmo o latencia con que se desplazaba esta comunidad.

Aproximadamente, unas 15 personas, en su mayoría mujeres, cuidadosamente vestidas con trajes típicos patrios- atuendo de huaso y pañuelo en la cabeza, en señal de respeto al santísimo- cantaban y gritaban alabanzas a Cristo, ”Viva Cristo rey”, “vivan los cuasimodistas de Peñalolén”, “vivan los huasos católicos”...

Lo primero que nos llamó la atención fue el entusiasmo y el compromiso con que una de las voceras del carro entonaba estas frases, hasta el punto de perder la voz. Demostrando que sus deseos de compartir y comunicar al resto su fe, hacían que la afonía pasara a segundo plano.

La celebración, involucraba a personas de todas las edades, sin discriminar. La participación de niños muy pequeños, acompañando a sus padres, se hacía evidente. Todos se involucraban de manera profunda. Es decir, sus convicciones los llevaban a la acción y no simplemente el cumplir con una costumbre.

Ajenos a la vergüenza todos los participantes se abstraían en una realidad paralela brindando su testimonio de fe. Para ellos la presencia de Cristo era real, él estaba allí acompañándolos. Nosotros vimos ahí la concreción de una experiencia estética: la comunión ritual de un pueblo frente a la presencia real de Cristo. Una comunión mágica que los sacaba de lo cotidiano para enfrentarlos a la experiencia de lo trascendental.

Siete ancianos comulgan a los pies del Santísimo, una cueca festiva decoraba el momento. En este momento se cerraban los ojos del cuerpo para abrir los ojos del alma. La primera comunión había terminado, la comparsa retomaba el andar hacia un próximo destino. Luego de muchas paradas y una vez cumplida la misión central se daría pie al último acto simbólico de la jornada: quemar a Judas traicionero en lo alto de un monte y participar de una comida en comunidad.

La suma de estas formas internas con las características externas de la celebración da como resultado un todo coherente. El sincretismo dado por la mixtura de los elementos decorativos patrios, símbolos festivos (globos, guirnaldas, flores) y por otro lado la presencia de símbolos religiosos católicos como son la cruz y los colores del vaticano (amarillo y blanco) estampados en los trajes y carros, no dejaban lugar a duda de la naturaleza de la fiesta en cuestión.

El carácter tradicional es posible de ser reconocido por cualquiera de nosotros: La cueca, los huasos, la comida -en este caso una empanada de pino y tortilla de rescoldo- nos hicieron sentirnos cercanos y, a pesar de que no logramos vencer nuestras limitaciones personales -como la diferencia de credos-, sí permitió que nos reconociéramos como miembros de aquella colectividad.

Conclusión

El cuasimodo presenta varios aspectos interesantes, primero, el sincretismo, entre la fiesta huasa y la fiesta religiosa, desde aquí vemos dos aspectos. Desde la fiesta huasa, las vestimentas tradicionales, el sombrero y chupalla es reemplazada por una pañoleta por respeto al Santísimo, es en cierta forma un andar con la cabeza descubierta. Los cantos folclóricos, la carreta de las cantoras, lleva un grupo de mujeres que si bien cantan canciones religiosas estas tienen un fuerte arraigo en la música tradicional. Los descansos a tomar chicha, le dan un aire profano, esta bebida es propia de la cultura campesina chilena. Otro elemento es el hecho de la cercanía entre “Correr al Cristo” como se denomina el cuasimodo, y correr en vaca, como se denomina el rodeo. Tema que podría ser sólo una cercanía nominal, pero que notoriamente influye en la fiesta, después de todo en muchas comunas la organización, recae en un esfuerzo conjunto entre la parroquia y el club de huasos local.

Desde el punto de vista religioso, tenemos, la presencia de las banderas papales, en contraste con las banderas chilenas. El sincretismo aquí se nota especialmente en los adornos de bicicletas y carros, los cuales van con los colores mezclados de blanco azul y rojo, agregando otro blanco y el amarillo. La presencia de un religioso portador del Santísimo, más la devoción de los fieles que participan de una manera totalmente distinta y comprometida, que la de los “espectadores”. Aquí en este punto especial lugar ocupan, las mujeres que acompañan al religioso, quienes van rezando. Así como las personas que están a la espera del Santísimo en el camino, y que ante su llegada se ponen de rodillas, se persignan y se descubren la cabeza en señal de respeto.

La fiesta presento también sus aires locales, que en el caso de Peñalolén se da con la quema de Judas, algo que no existe en Mallarauco. Por otro lado en Mallarauco, existe el pasar a saludar al finado Peludito, animita de un antiguo cuasimodista, de quien según cuentan, volviendo pasado en copas de un almuerzo post-cuasimodo, su caballo se espantó con un camión, él cayó y murió atropellado.

La fiesta como tal, muestra en varios aspectos sus aires tradicionales, y en otros su propia evolución acorde a los tiempos. Ejemplo de esto, podemos ver por un lado, en el rito católico de la misa, las vestimentas y aperos de los huasos, y en el sentido original de llevar la comunión a los enfermos, los cantos tradicionales, etc. Incorporaciones posteriores claras, son los carros tirados por tractores, los cuasimodistas en bicicleta, los autos que siguen la procesión, como también las escoltas de carabineros. De la realización más tradicional y antigua, ya no quedan las armas, por ejemplo, que acostumbraban a portar los acompañantes. Según cuentan algunos testimonios en sus orígenes algunos cuasimodistas iban armados. Otro elemento que se ha incorporado y que resulta en cierta forma novedoso, es el factor público. Esto en la fiesta de Mallarauco no se ve, tan claramente, ahí, son los dueños de casa que salen a mirar el cortejo y presentar sus respetos, pero en el caso de Peñalolén, la mezcla entre fiesta popular y espectáculo público se nota más. Algunos miembros de este grupo pudieron constatar eso.

En relación con esto último, quisiéramos presentar la mayor dificultad que enfrentamos en el minuto de realizar este trabajo. El tema de la vivencia de la fiesta. Como ya hemos mencionado, nosotros, la vivimos de dos formas distintas. Vicente, corrió el cuasimodo, lo vivió desde los cultores, siendo él un cultor, apegado a su fe y sus tradiciones, incorporado de manera natural en lo que estaba ocurriendo. Los demás, los que fuimos a Peñalolén, nos encontramos como espectadores, ajenos, en parte de lo que ocurría. Esto, se plantea como una dificultad desde sus dos aproximaciones. Para un cultor, es difícil hacer un análisis, está lleno de las emociones y vivencias de quien esta comprometido con lo que está ocurriendo en un plano que va más allá del estudio. Para los espectadores, es difícil entrar en una fiesta cargando nuestra propia cultura contemporánea, que es ajena a este tipo de situaciones. En el lugar mismo, nos costó mucho entrar con la gente, lograr, ser aceptados en un carro, y si lo hicieron, cuesta dejar de ser los “bichos raros” del lugar. Desentonaban hasta la forma en que estábamos vestidos, y la manera en que se desarrollaba todo nos parecía más de una vez anecdótico, y extraño.

Por último quisiéramos incluir para cerrar, la oración del cuasimodista.

Santo, Santo, Santo, Señor Dios del Universo,
con amor y respeto te adoramos
en el cuerpo y la sangre de tu Hijo Jesús
nuestro hermano, presente en el pan y el vino.
Ofrenda de nuestros campos y fruto del trabajo del hombre.
Tu Hijo queremos llevar a los enfermos y necesitados
porque Tu eres Señor el Dios de los humildes,
el Dios de Abel el campesino,
de Moisés el pastor,
de José el carpintero,
de María nuestra Madre.
Ayúdanos a respetarnos como hermanos;
que hagamos realidad tú Reino de justicia, paz y fraternidad.
El cielo estén llenos de la majestad de tu gloria.
La alegría y el amor siempre son tu compañía
y compartirlo es nuestro regalo y misión.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.

Amén.

2 comentarios:

catalina dijo...

faltan pocos dias para comenzar nuestro recorrido, nuestra comuna va a cumplir 20 años realizando este hermoso viaje, hemos tratado de conservar todas las tradiciones lo que no es facil en una ciudad como santiago, pero al parecer alguien quizo de alguna manera juntarnos, y somo tal vez el cuasimodo diferente, llevamos canto, rezo y baile cada visia que hacemos especialmente enlos hogares de adultos mayores bailamos unas cuantas cuecas la cisterna con sus Agrupaciones Folclorica, Club de Huasos, con el dueño de Los Carros, el Consejo de la Parroquia, cada año hacemos una recreacion para que los vecinos sepan por que es esta celebracion.

catalina dijo...

faltan pocos dias para comenzar nuestro recorrido, nuestra comuna va a cumplir 20 años realizando este hermoso viaje, hemos tratado de conservar todas las tradiciones lo que no es facil en una ciudad como santiago, pero al parecer alguien quizo de alguna manera juntarnos, y somo tal vez el cuasimodo diferente, llevamos canto, rezo y baile cada visia que hacemos especialmente enlos hogares de adultos mayores bailamos unas cuantas cuecas la cisterna con sus Agrupaciones Folclorica, Club de Huasos, con el dueño de Los Carros, el Consejo de la Parroquia, cada año hacemos una recreacion para que los vecinos sepan por que es esta celebracion.